Y con esta hacen cuatro, cuatro las entradas que le he dedicado a la comida japonesa en Murcia. A día de hoy es imposible negar lo evidente: me gustan los japos, y me gustan más cuando hacen las cosas bien. Allá por el año 2009, yo -como muchísimos murcianos- era un ignorante en este terreno (más allá de alguna experiencia frustante en el extinto Fujiyama de la Plaza San Juan) y con Ensosushi se me abrieron los cielos.
Hecha esta presentación no os extrañará que cuando los de Ensosushi abrieron su segundo restaurante en la ciudad mi curiosidad se despertara. En Moshi Moshi -que vienen a ser las palabras con las que contestan los japoneses al teléfono- me he encontrado una versión más informal del primero, con una carta más reducida y descargada de toda la liturgia que acompaña a su ‘hermano mayor’. Creo que a la hora de pedir es preferible decantarse por los ‘combinados’, sobre todo con vistas a mimar el bolsillo. Aquí os muestro el que probamos nosotros, el de 22 piezas con ensalada. Es el más completo de la carta, abarcando entrantes (4 gyozas), ensalada (unomono) y una selección de sashimi, nigiris y uramakis.
Para dos personas puede quedarse corto, ya depende de cada uno si lo completa con más piezas de sushi, algún platillo caliente (ramen, yakisoba, yakitori) o si bien lo redondea con un postre.
Me gusta como empieza el menú, con la ensalada sunomono en la que el ingrediente fundamental son las láminas de pepino. El resto de ingredientes de la ensalada -a saber: gambas, sepia, fideos de mar y sésamo de wasabi– redondean el conjunto, aliñado todo con una vinagreta japonesa. Son sabores a los que no estamos acostrumbrados pero que a un servidor que escribe le encantan.
Además, valoro mucho que no se limiten a clavarte con la clásica lata de algas ya aliñadas como hacen en muchos japoneses de tres al cuarto. Las empanadillas o gyozas las cocinan primero al vapor para después pasarlas por la plancha. No son congeladas -o a mí por lo menos no me lo parecieron- y me gustaron bastante, no he tomado unas iguales en la ciudad.
El plato fuerte del menú es el pescado: sashimi de atún, salmón y vieira (4 uds. de cada uno), nigiris de atún (uno para cada uno) y uramakis de sésamo. La calidad del pescado no decepciona, es similar a la que ha coronado a Ensosushi como un restaurante de alta cocina. Lo presentan muy bien, sobre una base de rábano hilado, y es ver el color de las piezas presentadas para darte cuenta de que la cosa va en serio.
Por poner un ejemplo, el color del ‘atún perfecto’ para servir crudo debe ser sonrojado sin llegar a sangrante, como en las piezas que os muestro. Cuando la carne del atún tira a marrón o presenta manchas negras es debido a la coagulación de la sangre y lógicamente la calidad baja. Yo en esto lo tengo bastante claro: son muchos los riesgos de un pescado crudo mal manipulado, es importante cuidar lo que te acabas llevando a la boca.
En los postres no corren muchos riesgos. es donde más clasicazos se muestran ya que no vemos ni rastro de dulces japoneses: mousse de café, flan de chocolate, cremoso de yogurt, bizcocho con chocolate o esta leche frita que os muestro son sus propuestas. La leche frita que nos recomendaron -aquí delicia de canela– que probamos estaba bien, servida con una bola de helado de turrón para el juego frío/caliente.
La estética del comedor encaja con la esencia del restaurante, informal, con manteles individuales y escasa decoración. Me gustan los dibujos que decoran desde los cristales hasta la carta, donde se muestran elementos cotidianos de la vida y gastronomía japonesa con su correspondiente pronunciación y que logran sacarte una sonrisa.
Disponen además de una barra donde poder contemplar como preparan las piezas de sushi a la vez que cenas. De la carta de vinos poco puedo decir porque no tomamos, pero no creo que encontremos referencias excesivamente caras.